El origen del acrónimo BRIC, que data de 2001, se debe al economista de Goldman Sachs Jim O’Neill, quién acuñó el nombre para agrupar a los principales mercados emergentes, aunque los países no asumieron la idea oficialmente hasta 2008. Sudáfrica se incorporó al bloque en 2011 en representación del continente africano y desde entonces el grupo puja en los principales organismos internacionales para que se le reconozca mayor representación en la toma de decisiones.
Los BRICS han celebrado hasta ahora cinco cumbres: el 16 de junio de 2009 en Ekaterimburgo (Rusia); el 15 de abril de 2010 en Brasilia; el 14 de abril de 2011 en Sanya (China), y el 29 de marzo de 2012 en Nueva Delhi (India). La quinta cumbre tuvo lugar el 26 de marzo de 2013 en Durban (Sudáfrica), donde se aprobó la creación de un banco propio de desarrollo para financiar proyectos propios y un mecanismo de reservas comunes. El grupo quiere además una reforma más rápida y mayor peso en el Fondo Monetario Internacional. Además, han pedido al Banco Mundial que "promueva relaciones de igualdad" entre países, en lugar de "mediar entre el 'Norte' y el 'Sur'".
Sudáfrica es la primera economía africana, inmensamente rica en recursos naturales: el primer productor mundial de platino y el tercero de oro. Pero, a la vez, concentra el 17% de los enfermos de SIDA que padecen 6 millones de sus 50,6 millones de habitantes. La economía no acaba de arrancar. En los últimos cinco años, creció un promedio del 2,7%. La tasa oficial del paro del 25% y el 85% de los parados son personas de color. El país peca de una falta de cuadros y personal cualificado debido a la baja calidad del sistema educativo. Casi tres décadas después del fin del apartheid, cerca del 40% de los sudafricanos sobreviven con menos de 1,5 euros diarios. Una gran parte de la población se acomodó a unas ayudas sociales que frenan su capacidad de iniciativa.
Sudáfrica sufre la crisis de la UE, destino de más de un tercio de sus exportaciones. Pero hay más razones. El monopolio político del Congreso Nacional Africano (CNA) desde 1994 es una fuente de una corrupción endémica que mina la estabilidad política y socio-económica del país. Las inversiones públicas se canalizan a través de las redes de clientelismo político. Y la principal federación sindical, la South African Trade Unions (COSATU), un aliado del CNA, se cierra a la reforma laboral. Los empresarios se quejan de que Sudáfrica disfruta de una legislación laboral típica de un país desarrollado siendo aún un país en vías de desarrollo.
Cuenta con el más potente sector empresarial del continente. Según un estudio del Boston Consulting Grup, de las 40 grandes empresas africanas con ambiciones globales, 18 eran sudafricanas. Pero el país tiene una de las tasas de creación de PIMES más bajas del mundo con un coste de una mano de obra, muy superior a la media de otros países emergentes. La competencia de los productos chinos esta barriendo varios sectores económicos del país, como el textil. Pero la mejora de la productividad laboral no depende tanto de los sueldos como de la falta de personal cualificado y motivado.
El presidente Jacob Zuma, en el poder desde 2009, peca de una falta de visón y liderazgo político. Poco tiene que ver con la autoridad moral de Nelson Mandela. El CNA triunfó en todas las elecciones celebradas desde la primera presidencia de Mandela con más del 60% de los votos. Falta una alternancia en el ejercicio del poder político. Sudáfrica forma parte de los países BRICS por razones de oportunidad política y geográfica. Fue una apuesta de Pekín. Es miembro del G20 pero no aparece entre las 20 mayores economías de mundo. Sin reformas estructurales difícilmente podrá consolidar un liderazgo en el continente africano
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